Ni cuotas de género ni cuotas nacionales en el BCE

Juan Ramón Rallo

CapitalBolsa
Capitalbolsa | 15 feb, 2018 16:41
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El Banco Central Europeo, el monopolio público sobre la emisión de moneda dentro de la Eurozona, pasa por ser un organismo independiente y tecnocrático: un organismo que evalúa el contexto macroeconómico y, exclusivamente en función de ello, adopta aquellas decisiones de política monetaria que resulten más adecuadas para el conjunto de la economía comunitaria.

Ahora bien, como es obvio, el mundo real no guarda ninguna semejanza con esta idealizada descripción.

A la postre, no es verdad que exista una política monetaria óptima para el conjunto de la sociedad: la manipulación del dinero jamás es neutra y, por tanto, genera ganadores y perdedores. Por ejemplo, una política inflacionista tiende a favorecer a los deudores y a perjudicar a los acreedores (puesto que el valor real de las deudas se va diluyendo); a su vez, las monetizaciones masivas de deuda pública tienden a favorecer a los gobiernos manirrotos a expensas de unas generaciones futuras penalizadas con una mayor carga de obligaciones financieras. En suma, no existe una única opción tecnocrática de política monetaria: la política monetaria es política y ello implica extraer coactivamente recursos a unos agentes para asignárselos a otros (de ahí que mi preferencia siempre haya sido la adopción de dineros apolíticos como el oro). La única forma de alcanzar la neutralidad monetaria es avanzando hacia monedas no políticas: no cabe una gestión aséptica y científica de la política monetaria de un banco central.

Y justamente porque la política monetaria es política, todos los gobernantes tratan de instrumentarla para impulsar sus intereses y objetivos personales. Por ejemplo, aquellos mandatarios que están expuestos a corto plazo a unos comicios electorales preferirán que el banco central desarrolle una política monetaria expansiva para maximizar sus posibilidades de reelección; a su vez, los políticos manirrotos sedientos de gasto promoverán el establecimiento de laxos criterios de monetización de deuda pública.

En suma, los bancos centrales ejercen un enorme poder sobre la economía y resultaría del todo iluso creer que, en tal caso, los políticos van a otorgarles una completa independencia y a renunciar por entero a su capacidad de influencia (sin embargo, tal como explico en Contra la Teoría Monetaria Moderna, a los políticos sí les interesa otorgarles una cierta independencia para incrementar la credibilidad de sus divisas entre la comunidad inversora)... Leer Más

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