Macri, el Rajoy argentino

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Capitalbolsa | 24 may, 2018 16:50
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La Argentina con la que se encontró Mauricio Macri cuando llegó a la presidencia del país en diciembre de 2015 cargaba con un déficit público del 5,8% del PIB que no podía financiarse emitiendo deuda en los mercados internacionales —por el descrédito de los Kirchner y del default de 2001— y que, en su ausencia, se estaba sufragando monetizándolo a través del Banco Central de la República Argentina.

¿Y qué sucede cuando en el mercado no existe demanda de un activo (en este caso, el peso argentino) e incrementamos sustancialmente su oferta? Pues que ese activo pierde valor: internamente, la pérdida de valor del peso se estaba materializando en una inflación galopante (del 30% en 2015) y externamente debería haberse expresado en forma de fuerte depreciación del peso.

Sin embargo, el Gobierno de Kirchner había instaurado desde 2011 el llamado ‘cepo cambiario’, es decir, la restricción a la compra de dólares por parte de los ciudadanos (en concreto, restricción a 2.000 dólares mensuales por residente). El propósito del cepo era, justamente, el de apresar a los argentinos en el peso inflacionista: impedirles escapar (al dólar) de una moneda que el Gobierno está inflando para financiar sus déficits. O dicho de otro modo: en lugar de sufragar el exceso de gasto público emitiendo deuda en los mercados globales, los Kirchner recurrieron a parasitar al conjunto de la población con el revolucionario impuesto de la inflación.

Éste era el entramado que, según prometió, Macri pretendía desarmar: reestructurar las finanzas públicas para dejar de financiar el déficit imprimiendo pesos y, merced a ello, poder poner freno a la inflación y levantar el cepo cambiario (lo que supuestamente atraería a la inversión extranjera y relanzaría el crecimiento económico). Sin embargo, el nuevo presidente argentino también prometió evitar los ajustes duros: él no había llegado al poder para aprobar un fuerte recorte en el elefantiásico gasto heredado de los Kirchner, sino para promover un ajuste gradual y suave. Su plan consistía en empezar la casa por el tejado: restablecer la credibilidad internacional del Estado argentino y levantar el cepo cambiario antes de corregir el déficit.

A la postre, si Argentina lograba financiar su déficit público en los mercados internacionales, ya no resultaría necesario monetizarlo a través del banco central, y si se generalizaban las expectativas de que no habría más monetizaciones del déficit, las tensiones inflacionistas y depreciadoras cesarían. En consecuencia, el cepo cambiario podría eliminarse, la entrada de capitales podría normalizarse, el crecimiento regresaría con fuerza y los ingresos fiscales aumentarían… hasta el punto de corregir el déficit sin recortar el gasto. Así, de hecho, trató de hacerlo Macri: nada más llegar al poder, en diciembre de 2015, levantó el cepo cambiario; pocos meses después, en abril de 2016, pagó a los acreedores internacionales que todavía se resistían a aceptar el repudio soberano de deuda de 2001; y ese mismo mes, volvió a emitir deuda en los mercados internacionales (40.000 millones de dólares a un interés del 6,75%) tras 15 años de exclusión.

El plan parecía marchar estupendamente, salvo por dos problemas: uno interno y otro externo. El interno es que Macri ha fracasado absolutamente en su intento de corregir el déficit: en 2017, el desequilibrio de las cuentas públicas argentinas alcanzó el 6,5% del PIB —por encima del registrado durante el último año de Kirchner— debido a sus nulos recortes de gasto. El externo es que los tipos de interés de la deuda estadounidense han comenzado a aumentar, de modo que los inversores globales ya no ven a la deuda argentina como un activo tan interesante (según la rentabilidad-riesgo) en el que depositar su capital… salvo que comience a abonar tipos de interés que abocarían a las finanzas públicas a la total insostenibilidad... Leer Más

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