La gran lección no aprendida de la crisis económica

Juan Ramón Rallo

CapitalBolsa
Capitalbolsa | 18 ago, 2017 11:27
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La Gran Recesión cumple 10 años: una década desde el estallido de la crisis global de liquidez que terminó provocando la quiebra del sistema financiero internacional y el colapso de una parte sustancial de su aparato productivo. Muchos gobernantes ya dan la depresión por finiquitada:

Occidente vuelve a crecer y el desempleo ha recuperado sus niveles previos a la crisis tanto en Europa como en EEUU. A su vez, se nos asegura que hemos aprendido sobradamente las lecciones del pasado y que la repetición de un fenómeno tan devastador sería hoy imposible.

Sin embargo, mucho me temo que las auténticas lecciones que deberíamos haber extraído sobre las causas últimas de este magno descalabro continúan marginadas en el cajón del olvido y de la ignorancia. En contra de lo que suele repetirse, no estamos mejor preparados para prevenir nuevos desastres económicos y lo único que, por el momento, nos aleja de regresar a las andadas es que los recuerdos de tan terribles errores financieros todavía están muy frescos. Pero la estructura institucional que recubre nuestras sociedades no ha cambiado en absoluto y, por tanto, los incentivos perversos a reeditar periódicamente los desequilibrios burbujísticos que nos han asolado durante una década también siguen vigentes.

Las crisis económicas hunden sus raíces en los privilegios que los Estados otorgan a la banca para evitar que ésta internalice los costes de su propia irresponsabilidad especulativa. Y es que los bancos, como cualquier otro agente económico, se hallan tentados a desarrollar una estrategia financiera potencialmente muy rentable pero también enormemente peligrosa: endeudarse a corto plazo e invertir a largo plazo. Los tipos de interés a corto plazo suelen ser muy inferiores a los tipos de interés a largo plazo (de ahí los diferenciales positivos por plazo que exhibe la curva de rendimientos en su forma normal), de manera que resulta rentable arbitrarlos. Evidentemente, el riesgo de semejante operación es también muy elevado: si pido prestados 100.000 euros a un día y los invierto a 30 años, deberé refinanciar ese crédito de 100.000 euros todos los días del año durante 30 ejercicios; en caso de que un solo día fracase en el intento, no podré hacer frente a mi deuda y deberé liquidar (previsiblemente con pérdidas) mi inversión todavía no rentabilizada a 30 años... Leer Más

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